Los aguacates se deben adquirir en su punto de madurez, ni muy duros al tacto porque estarían demasiado verdes, ni tampoco demasiado blanduchos porque posiblemente al abrirlos estarían pasados y oxidados. Deben estar ligeramente blandos al presionar con suavidad con nuestros dedos. Su piel puede ser lisa y de color verde intenso sin manchas pardas, o rugosa y más oscura, dependiendo de la variedad.
Si están algo enteros, dejarlos fuera de la nevera 1 día o 2 hasta que se ablanden. Aunque los «bulos antiguos» decían que había que envolverlos en papel de periódico para que maduraran, algo muy poco higiénico, no hace ninguna falta. Con la temperatura ambiente es suficiente.
El aguacate es una de las frutas que menos azúcar contiene, y por ello entra a formar parte de preparaciones dulces y saladas. Sin embargo, es una de las que más grasa lleva después de las aceitunas, de ahí que su pulpa verdosa se denomine «mantequilla verde», y tiene un contenido calórico alto. Pero esta grasa es muy sana, ya que está formada por ácidos grasos insaturados que, como en el caso del aceite de oliva, nos pueden ayudar a contrarrestar los efectos perniciosos de las grasas saturadas.
En lugar de pelarlo para vaciarlo, hay que cortarlo a lo largo por la mitad con un cuchillo bien afilado, sacar el hueso con una cuchara grande y, a continuación, despegar con esta misma cuchara, pasándola por todo alrededor cerca de la piel, toda la pulpa en un solo trozo.
Rociarlos con zumo de limón si no se van a consumir enseguida, porque se oxidan muy rápidamente, ennegreciéndose.
FUENTE: Cristina Galiano.
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